Ya sucedió con Instagram. Cuando Facebook lo compró comenzó un éxodo de usuarios que fue virtual. Muchos pensaron que perdería su esencia o que se convertiría en un descarado soporte publicitario. Muy al contrario, la tasa de usuarios no ha dejado de crecer, no tiene publicidad, más allá de las cuentas corporativas, pero no son de pago ni es obligatorio seguirlas, y tampoco se tiene la sensación de que sea
algo más que un lugar para compartir fotos retocadas con los amigos.

La compra de WhatsApp ha encendido las redes sociales. Muchos amenazan con irse. Tampoco es nuevo. Cuando comenzó a cobrar a los clientes de Android 89 céntimos anuales por mandar mensajes ilimitadamente, sucedió lo mismo.

Brian Acton, cofundador, lo justificaba en una entrevista en EL PAíS: «Es una oferta fantástica por lo que ofrecemos (chat, audio, vídeo, foto en el perfil, bloqueo para preservar la intimidad…)».

En este caso, el peligro no es el precio, sino el poder que se concentra cada vez en menos manos y, casi siempre, norteamericanas. Aun que finalmente, lo determinante es que el servicio de mensajería no falle, sea gratuito y en él estén todos los amigos. Si es sencillo, directo y toda la agenda está ahí. En la historia hay sonados fracasos y algunos éxiutos incipientes.

Chat On. Samsung quiso instalar en sus móviles este clon; funciona tanto en sus teléfonos, donde se encuentra instalado por defecto, como en cualquier Android. No ha conseguido ningún éxito ni entre sus clientes. Conclusión: fracaso.

iMessage. Apple no se libró de ambicionar un sistema de mensajería instantánea solo para sus acólitos. El programa que viene en los iPhone e iPad servía inicialmente para gestionar los SMS, ya sean solo de texto o multimedia. Si el mensaje se envía con conexión a Internet entre dos dispositivos de Apple, entonces el mensaje será enviado al estilo WhatsApp, si solo se tiene conexión telefónica, como un SMS tradicional. Conclusión: fracaso.

Joyn: Vio la luz hace dos años, durante el MWC de Barcelona. Fue la contestación de las operadoras, las primeras que notaron en su factura el efecto WhatsApp. No caló entre los usuarios, a pesar de contar con una tecnología que mantenía más calidad en fotos y vídeos. Hoy sigue funcionando, pero de forma residual. Conclusión: fracaso.

TuMe. Lo mismo, pero solo de Telefónica. En este caso solo duró un año y se cerró el pasado de septiembre. Conclusión: fracaso estrepitoso.

Line: Se dio a conocer a raíz de las frecuentes caídas de WhatsApp hace dos años, también cuando comenzaron a cobrar por ello. Consume una cantidad notable de batería, funciona tanto en iPhone como en Android e invitan, a veces de manera demasiado reiterada, a los contactos.Cuentan con un buen número de pegatinas, algo que ha imitado Facebook en su Messenger, y usan sus mascotas como una forma de financiación con llaveros, cuadernos, bolígrafos, figuras… Líderes en Japón y Corea, hasta tienen un parque temático. Conclusión: éxito asiático.

Telegram: Su estética recuerda a WhatsApp. Hecho en Rusia por Pavel Durov, el dueño de la mayor red social local, mantienen una agresiva campaña para captar usuarios a través de Facebook y Twitter. Dicen ser más seguros que WhatsApp, el silencio de estos últimos les ha beneficiado para ponerse de moda. Permiten poner fecha de caducidad a los mensajes, idea tomada de Snapchat. Conclusión: aún es una incógnita.

WeChat: Un clon hecho en China. Muy popular allí, contaron con Messi para su campaña publicitaria, aunque en los países latinos no sirvió para arrancar. Es la quinta aplicación más usada del mundo. Cuenta con dos opciones que lo diferencian, aunque algo extrañas: botella a la deriva, para encontrar nuevos amigos de manera aleatoria, y Agitar, para abrir una conversación con un amigo al azar. Conclusión: popular en China.

Kakao. Esta mensajería procede de Japón, arropada por el poder de la operadora NHN. Permite lo mismo que el resto, pero en los chats no hay límite de personas. También se puede enviar mensajes a los amigos sin necesidad de conocer su número de telefóno. Conclusión: popular en Japón.

Viber. De origen israelí, funciona desde 2010. Tienen 200 millones de usuarios. Hace una semana fue adquirido por la japonesa Rakuten por 900 millones de dólares. Conclusión: tiene su mercado.

BBM. Blackberry puede revivir gracias al cambio de cabballo de WhastApp. Su servicio de mensajería triunfó cuando los aparatos Blackberry eran populares. Desde hace unos meses, abrió el servicio a Android, iOS y así ha conseguido que se lo descarguen 40 millones de personas. Conclusión: difícil que renueve su éxito.

Kik Messenger. Al igual que BBM procede de Canadá. Está abierto a cinco plataformas, tiene 100 millones de usuarios y funciona desde 2010. Conclusión: alternativa americana.

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